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sábado, 19 de marzo de 2011

El Estado y sus poderes de control y vigilancia


Por SERGIO SALINAS (Octubre de 2008)

Sobre el Estado se ha escrito bastante hasta el momento y es mucho lo que se escribirá. Para tener una idea basta con mirar la cantidad de definiciones, las cuales van desde las conservadoras, que pretenden mostrar su supuesta neutralidad, hasta las izquierdistas que lo ven como un gran mal. Entre las definiciones que pasan por “neutrales” está la que se presenta en los centros educativos y que sirve de versión oficial, la cual el profesor Vladimiro Naranjo Mesa nos presenta con las siguientes palabras: el Estado es un conglomerado social, política y jurídicamente constituido, asentado sobre un territorio determinado, sometido a una autoridad que se ejerce a través de sus propios órganos, y cuya soberanía es reconocida por otros estados. Desde el punto de vista de la izquierda, en especial la expuesta por Carlos Marx y que siguiera Lenin, el Estado representa un instrumento de dominación a través del cual una clase, la dominante, ejerce sobre otra, la dominada, su poder. Para Foucault, desde otra óptica, el Estado es una institución disciplinaria. Podríamos continuar citando definiciones de Estado sin que encontremos una definitiva, pues si esto ocurriera tendríamos que reconocer que es una institución estática, contrariando la realidad.

Lo que se puede extraer de lo anterior es que el Estado es sobre todo un campo de lucha donde buscan afianzarse diferentes intereses, pensamientos e ideologías, y donde el victorioso es el que impone a los demás su poder, incluso si para ello es necesario la fuerza, pues no debe olvidarse que los estados europeos se formaron en gran parte por la aplicación de medios coercitivos y violentos, pues basta para este propósito la afirmación de Carlos Alberto Patiño, para quien los “modelos de orden internacional [conformados por Estados] son el producto de los procesos de guerra y de posguerra”.

Sea lo que sea y diga lo que se diga del Estado lo cierto es que no se puede soslayar su carácter de clase, pero tampoco se puede desconocer que a través de él la humanidad ha logrado importantes avances. De uno y otro lado en Colombia es posible encontrar cientos de ejemplos. El carácter clasista de las reforma laboral por medio de la cual se implementó en las últimas décadas la llamada “flexibilización laboral” es un hecho que no se puede negar, aunque se disfrace de “necesidad” para lograr un mayor empleo, contrariando incluso la historia de nuestro país cuando el gobierno de Alfonso López Pumarejo hizo precisamente lo contrario al aumentar el ingreso de los trabajadores, medida que sirvió para que el país avanzara en su incipiente proceso de industrialización.

El aspecto positivo del Estado en cuanto a su tendencia social, y contrario al carácter de clase, se puede ver al analizar la institución de la acción de tutela, que es tal vez la institución jurídica que más profundamente ha penetrado en el imaginario colectivo, y por medio de la cual las personas buscan el amparo de sus derechos fundamentales vulnerados. Debe recordarse, no obstante, que esta acción fue introducida en Colombia por el Constituyente de 1991 como respuesta a la poca efectividad de la administración de justicia que es muy lenta en la resolución de los asuntos a su cargo, llegando incluso a niveles alarmantes de impunidad. Por eso los ciudadanos acuden masivamente a ella en busca de una pronta y eficiente administración de justicia hasta llegar a lo que algunos llaman “tutelitis”.

No debe olvidarse, sin embargo, que el estado ejerce poderes de control sobre los individuos, tratando de amoldar la conducta de los mismos a ciertos cánones preestablecidos. Su control más efectivo lo manifiesta a través de los organismos represivos como los fiscales y jueces (Gonzalo Sánchez), y dos instituciones que por su organización jerárquica son las más eficientes: la policía y el ejército. Pero no sólo esas instituciones son represivas desde la esfera de lo público. Hay, también, instituciones pertenecientes a la esfera social que ejercen control disciplinario: la escuela, la fábrica, la oficina. Y con el actual desarrollo tecnológico aumenta el nivel de vigilancia sobre las personas, con justificaciones que van desde los requerimientos de orden público hasta la necesidad de obtener el máximo beneficio del plustrabajo del “capital humano”.

Es decir, el Estado desarrolló técnicas que le sirvieron para dominar sujetos, y la sociedad hizo lo propio, preparando a los individuos para el consumo y la obediencia que sumados a los medios de masas desembarcaron en el mundo de las actuales sociedades de consumo, bajo el lema: consumo, luego existo.

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